En
este espacio quiero tratar un aspecto que debería ser importante para
cualquiera que se preocupe de su imagen, es decir, no de la situación banal y
las connotaciones que esto conlleva, sino de lo que queremos que la gente que
nos rodea piense de nosotros.
Podemos
decir ¿Imagen Pública? Sí, imagen pública, esa que todos tenemos, la que damos
a la gente que nos rodea en la comunidad, en el trabajo, la que proyectamos
hacia el exterior –en la calle, en la escuela, en la oficina, en el contacto
diario con la gente que nos ve-, la imagen
pública no se refiere solamente a los artistas, políticos o deportistas.
Porque todos tenemos una imagen que cuidamos o descuidamos, en ambos casos, con
un propósito, pero siempre con la idea de modificar el pensamiento o percepción
que se tiene de nuestra persona.
Y
quiero hablar ahora de ello, porque la vida que tenemos muchas veces es
resultado de la forma cómo nos vemos a nosotros mismos, cómo nos arreglamos,
cómo nos comportamos y qué es lo que decimos.
Existe
una queja constante de que en el trabajo o en otros espacios nos tratan mal, de
que algunas personas nos tratan diferente a los demás, de que no me tengo que
vestir bien para ir al trabajo, de por qué tengo que ser amable y cuidar mi
lenguaje, de por qué no me quieren ascender en el trabajo y llego una muy
“fufurufa” y rápidamente la subieron a otra categoría.
Cierto,
las capacidades personales intelectuales y laborales deberían ser factor
condicionante para ser evaluados y ascender en nuestro trabajo -y quizá tenemos
resultados excelentes-, pero nuestro jefe no lo nota. Bueno,
pues SI lo nota, pero nosotros no
notamos qué es lo que estamos transmitiendo, con nuestra ropa y forma de
comportarnos estamos gritando NO
queremos ser ascendidos.
Te
has puesto a pensar cómo vas vestido o qué ropa traes puesta, si usas zapatos en lugar de tenis, o
zapatillas o zapato de piso en lugar de sandalias, si te vistes formal o cómo
si estuvieras en casa o en una noche de antro.
Exacto,
no debería ser así, pero lamentablemente o afortunadamente así es, la realidad
cotidiana exige de nosotros una mejor presentación personal. Recuerda que en
este mundo mercantil y de servicios estamos constantemente vendiendo, vendemos
nuestra persona, vendemos capacidades, vendemos estilos, vendemos nuestra
imagen.
Sí
señoras y señores, constantemente estamos vendiendo imagen –sea nuestra intención
o no-. Cualquier jefe quiere dar la mejor impresión de su oficina, un
escritorio bien arreglado, un asistente, contador, auxiliar administrativo
eficiente. Muchos dirán que lo que cuenta es la cabeza, la inteligencia, sí,
también, pero eso no es lo primero que se ve.
Recuerda
aquellas máximas “una imagen vale más que mil palabras” y “como te ven es como
te tratan”. Lo que proyectamos es lo que obtenemos, la pobreza no deber ser
factor para las excusas, la pobreza no está peleada con la limpieza y el orden.
Unos zapatos limpios, una camisa o blusa bien planchada, el cabello bien cortado o recogido, un buen aseo
personal habla bien de nuestra personalidad, si a eso incrementamos una
capacitación constante, genial, ni bien habrás empezado a cambiar tu imagen
personal cuando ya se habrán fijado en ti y notarás tus avances en materia
laboral y personal.
Debemos
ser coherentes con nuestros deseos más internos y profundos en lo que queremos
proyectar, si quiero ser exitoso, me veo, actúo y respondo como tal.
Te invito
a que me envíes tus comentarios a mi twitter @TeoBriceo, hasta la próxima.