El
pasado 8 de enero, en San Luis Potosí algunas organizaciones y académicos
celebraban el 90 aniversario del sufragio femenino en San Luis Potosí, y cabe
pues, presentar brevemente una anécdota de cómo surgió y cómo nuestro estado
fue pionero y contribuyó al reconocimiento de los derechos políticos de las
mujeres con la publicación del Decreto 103, del 8 de enero de 1923, en el que
se reconocía y otorgaba a las mujeres este derecho.
Es
de reconocer que Rafael Nieto fue un visionario y hombre adelantado a su
tiempo, pues además de otorgar el voto a las mujeres tanto pasivo como activo,
publicó el decreto de la autonomía universitaria, siendo la primera institución
universitaria en obtenerla en el país.
Pero
volviendo al tema que nos concierne, me interesa compartir un párrafo de la
defensa que hizo el entonces Gobernador del Estado, de esta iniciativa de ley
ante el H. Congreso del Estado, y que contempla lo que hoy llamamos
“perspectiva de género” cuando señaló; “Las mujeres necesitan del derecho al
voto por las mismas razones que los hombres; es decir para defender los
intereses particulares, los intereses de sus hijos, los intereses de la patria
y de la humanidad, que miran a menudo de modo bastante distinto que los
hombres”.
Con
la publicación de este decreto, en San Luis Potosí, las mujeres obtuvieron el
derecho a participar en las elecciones municipales en 1924 y en las estatales
en 1925. Sin embargo, al finalizar el gobierno de Rafael Nieto la ley fue
derogada en el año de 1926, un paso atrás pero 30 años después, este derecho
fue reconocido a nivel nacional.
Y
San Luis seguirá haciendo historia, pues tan sólo en junio del 2011, algunos
medios informativos del estado daban a conocer que el Congreso local había
aprobado la reforma electoral y uno de los puntos de esta reforma fue el
fortalecimiento de la equidad de género para que quedara en 50-50 y no como
anteriormente estaba en 70-30.
A
90 años, como sociedad debemos aceptar y reconocer que nos falta mucho por
hacer, pues una cosa es la equidad e igualdad en papel, y otra muy lejana es la
que podría darse en la práctica, en la que sería una igualdad sustantiva, que
nos beneficie a todos y todas por igual.
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